La leche materna es el alimento más completo, adecuado y de características únicas con la que puede ser alimentado el bebé, su composición es tan grandiosa y específica que es capaz de sostener la vida de manera independiente. Cubre en su totalidad las necesidades nutricionales del niño durante los primeros seis meses de vida. Por otro lado, le aporta propiedades inmunológicas inmejorables que lo protegen de enfermedades.
La organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), recomiendan la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de la vida del bebé, y de forma complementaria, hasta los dos años o más.
Hay dos tipos de leche materna, ya que la composición de esta varía según la etapa de la lactancia: pre calostro, calostro, leche de transición y leche madura.
Cada una de ellas tiene propiedades específicas que sustentan al máximo la alimentación del bebé.
Asimismo, la leche materna está compuesta de múltiples nutrientes, por lo cual es el alimento más saludable que puede proporcionarse al bebé al nacer:
Agua:
Contiene 88% de agua, aportando la cantidad necesaria que el bebé necesita durante el periodo de lactancia en los primeros seis meses.
Proteínas:
La leche umana contiene caseína, lactosuero (proteínas del suero), mucinas, nitrógeno no proteico y leptina, las cuales son producidas en la glándula mamaria.
Grasas:
Las grasas o lípidos de la leche materna forman el 3% a 5% de la misma, son el componente más variable que la compone. La grasa representa del 40% al 50% del total de calorías y el bebé es capaz de absorberlas fácilmente.
Carbohidratos:
La lactosa es el principal carbohidrato contenido en la leche materna en un promedio de 6 a 7 g/100 ml. Se produce en la glándula mamaria a partir de la glucosa.
Minerales:
La leche materna contiene todos los minerales que el bebé necesita.
Hierro:
El hierro presente en la leche humana se absorbe en un 50% debido a diferentes factores: la presencia de lactoferrina, la acidez del tracto gastrointestinal del bebé y la presencia de zinc y cobre.
Zinc:
Si bien las concentraciones de zinc en la leche materna no son altas, son suficientes para satisfacer las necesidades del bebé debido a su alta biodisponibilidad.
Vitaminas:
A, K, E, D, vitaminas hidrosolubles, complejo B y Vitamina C.
Además la leche materna tiene otras ventajas como:
– Reduce la exposición a bacterias y otros contaminantes, puesto que la leche materna es estéril y el niño la toma directamente.
– Proporciona al niño anticuerpos que lo protegen de enfermedades infecciosas .
– El contacto con el cuerpo de la madre contribuye al bienestar psicológico del recién nacido.
– Los cólicos son menos frecuentes, porque la leche materna es de fácil digestión.
Entre otros beneficios, la lactancia materna cuenta con protección integal contra la obesidad y sus efectos a futuro. Según importantes estudios, la leche materna previene al bebé de tener obesidad y los problemas derivados de ella a lo largo de su vida.
La proteína responsable de este beneficio es la leptina, proteína que no se encuentra en las fórmulas lácteas, la cual regula el apetito y aumenta la lipólisis, entre otras cosas.
La ingesta de leptina afectaría a los centros cerebrales del hambre y del peso corporal. El efecto duraría hasta la vida adulta, protegiendo al niño de las enfermedades derivadas de una dieta rica en grasas, como la estenosis hepática y algunas complicaciones metabólicas.
Los niños que son alimentados con fórmulas lácteas son generalmente estimulados a terminarse toda la leche en el biberón, lo cual los perjudica en la ingesta de calorías, ya que las leches artificiales tienen un mayor aporte. Esto, a mediano plazo deteriora los mecanismos de control de la saciedad, por lo tanto tienden a consumir mayor cantidad de alimento.
En cambio, los que son amamantados, regulan por si solos la capacidad de alimentarse, avisando cuando quieren mamar y recibiendo la leche a la hora y temperatura ideal, afianzando aún más los lazos con la madre.