Pensaríamos que el juego en los niños es simplemente una forma de distracción o de mantenerlos entretenidos, sin embargo, los alcances del juego en la vida de los peques va mucho más allá de un mero entretenimiento, más aún si lo realizan en compañía de sus padres. Al jugar con sus padres, los niños no sólo se divierten sino que aprenden comportamientos, normas, límites y fortalecen su vínculo emocional.
De suerte que, jugar no es perder el tiempo, un niño saludable es el que más juega, aunque claro está, que no importa con qué tipo de juguetes juegan sino cómo juegan con ellos, por lo que ahí es donde intervienen los padres, para enseñarles a jugar, para jugar con ellos y con base en la diversión fomentar el crecimiento de niños sanos mental y físicamente.
Los niños deben jugar para alcanzar su desarrollo pleno, los juegos les facilitan tener relaciones con otros niños, realizar actividades físicas y divertirse, a la vez que el jugar les proporciona grandes beneficios en las áreas de psicomotricidad, inteligencia, afectividad y sociabilidad.
Desde la más tierna infancia, la herramienta básica de aprendizaje, estímulo físico y mental en los niños es el juego; esto se debe a que cuando disfrutamos una actividad, nuestro cerebro aprende sin esfuerzo, adquiere experiencias perceptivas, se enseña a coordinar movimientos y desarrolla la atención y concentración.
Conforme los niños crecen también su juego evoluciona, haciendo más elaborados los procesos cognitivos que rescata al jugar, el dominio de sus sentidos y su cuerpo, la consciencia de sí mismo, la creatividad, el manejo de sus emociones y sentimientos, además de que interioriza valores culturales y sociales.
Por lo que es importante aprender a jugar con nuestros hijos, por ejemplo, antes de los 3 años el conocimiento del niño se desarrolla a través de los sentidos, aprende a conocer y amar las cosas, la curiosidad es su principal motor. A partir de los 3 años, toma consciencia de ser único, es la época del por qué y aparece el juego simbólico, que le permite expresar sentimientos, vivencias y miedos.
Entre los 3 y 5 años, es momento para los juegos que implican movimiento y para las construcciones, el límite del juego está en la imaginación y no depende del juguete. Generalmente, las reglas y hábitos se siguen aprendiendo con el paso de los años, pero hasta los 8 años es hasta cuando se afianzan los lineamientos enseñados desde años atrás, también es una de las etapas en las que los niños más disfrutan jugar con sus padres, si es que se han creado hábitos de juego.
Y ahora que estamos experimentando graves problemas de obesidad infantil, qué mejor que jugar en familia y mantener a los niños dinámicos, con alguna actividad física, haciendo deporte o montando bicicleta. Por ejemplo, jugar básquetbol con los niños durante media hora, ayuda a quemar alrededor de 258 calorías, patinar 315 calorías y andar en bici 150 calorías. Con esto, no sólo ayudamos a que nuestros niños tengan un peso saludable, sino también a que todos los órganos de su cuerpo se oxigenen y se fortalezca su sistema motriz.
Así que, son demasiadas las ventajas que ofrece el jugar a la vida de los niños y a su relación con sus padres, por lo que vale tomarlo en consideración y apartar cada día el tiempo necesario para estrechar los lazos con nuestros niños, a la par que participamos activamente en su desarrollo y buena salud física, mental y emocional. A Jugar se ha dicho.