La obesidad se ha triplicado en el mundo desde los años setenta y más de 650 millones de personas, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la padecen. Por su enorme complejidad, esta dolencia, encontrar fármacos efectivos para combatirla es el gran objetivo de la comunidad científica. En ese contexto, Marc Schneeberger Pané, Neurobiólogo de la Universidad de Yale y especialista en estudiar cómo el sistema nervioso controla el balance energético y el metabolismo.
Él también es Licenciado en Farmacia y Dr. en Biomedicina, acaba de recibir el Premio Princesa de Girona por sus aportaciones al descubrimiento de una región del cerebro clave en los procesos de ingesta y gasto energético.
De acuerdo a su experiencia, la mejor terapia contra la obesidad es la prevención: si desde pequeños seguimos una dieta equilibrada y hacemos ejercicio, acabamos entrenando a nuestro cuerpo en esos momentos de desarrollo para potenciar más un peso corporal estable y, al revés, si fomentamos sedentarismo y el estrés de nuestra vida cotidiana, que hace que comamos rápido cualquier cosa, entrenamos a nuestro cerebro para ese tipo de comportamiento.
Pero también hay muchas cosas que afectan a nuestro sistema metabólico que son secundarias a ello: cualquier cosa que en un momento de desarrollo está afectando a los circuitos neuronales, puede determinar cómo afectan. Hemos visto que, por ejemplo, los niños cuando juegan estimulan ciertas regiones del cerebro.
El juego social se ve que estimula las mismas neuronas que estimulan el metabolismo. El hecho de tener más juego social, provoca más estimulación de neuronas que dan una señal de saciedad y, con esa saciedad, pierden peso. Y no es el juego que entendemos por ir a jugar al fútbol, es el juego desestructurado, esa capacidad social de interaccionar a esas edades tempranas favorece el desarrollo adecuado del cerebro.
Sí, desestructurado. Con el objetivo de jugar, independiente de la actividad física. Y lo mismo pasa a nivel nutritivo: en ese momento, ese exceso de dieta grasa que tiene una galleta y que no tienen las acelgas, aumenta la inflamación y esa inflamación puede ser muy perturbadora para el correcto desarrollo tanto de circuitos más fundamentales para el organismo, como de circuitos más avanzados. Lo que nos estamos planteando es si la obesidad infantil, ese desarrollo incorrecto de su cerebro, hace que luego tenga más déficit cognitivo, si tiene más susceptibilidad al estrés, ansiedad.
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A nivel adulto será muy complejo porque en esos individuos necesitaremos casi terapia individualizada, porque cada uno viene de un ambiente y sí que habrá fármacos que actúen y consigan perder peso mejor para llevar una vida más llevadera, pero no para que esos obesos vuelvan a ser delgados. Pero donde sí podemos actuar y erradicar es en la obesidad infantil: si usamos estas estrategias preventivas, habrá el número que tradicionalmente habíamos tenido, un porcentaje que desgraciadamente es genético y tiene una predisponibilidad metabólica a ganar peso.
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