Los padres de hijos diagnosticados con diabetes tipo I consideran que la atención médica de primer contacto es ineficiente para entender la enfermedad, por lo que recurren a otras familias (grupos de pares o iguales) con el propósito de intercambiar experiencias, valores y formas de actuar ante el padecimiento.
Para saber qué pasa con los papás que tienen un hijo con diabetes, la maestra Rosa María de Prado González, terapeuta familiar, realizó una investigación con 12 familias de hospitales privados del Distrito Federal y Guadalajara para obtener el título de maestra en Terapia Familiar Sistémica.
El proyecto denominado Dinámica e Interacción de la Familia del Adolescente con Diabetes hizo diversas entrevistas abiertas para conocer cómo y cuándo, qué reacción y sentimiento hubo al conocer el diagnóstico del menor, así como el tipo de estrategias que emprendieron los papás.
En los primeros resultados, los padres revelaron que los médicos de primer contacto carecen de conocimiento sobre la enfermedad porque la información aportada era confusa y rápida, que en muchos casos fue difícil entenderla porque sólo trataban de comprender lo sucedido y encontraron un espacio de mayor perturbación.
Incluso, algunos especialistas confundieron la enfermedad con otro padecimiento pese a que el menor presentaba todos los síntomas (sed, deseo frecuente de orinar, fatiga, visión borrosa, exceso de hambre, pérdida de peso y dolor de estómago), por lo que causaron otras complicaciones.
De ahí, De Prado González desarrolló un segundo proyecto llamado Modiaj, que en un principio contó con un grupo piloto de 30 familias en igualdad de circunstancias, quienes recibieron un taller de 12 sesiones con libros didácticos para comprender la diabetes de sus hijos.
Luego de un año de investigación y dos más del programa Modiaj, los padres y menores indicaron que “encontraron mayor tranquilidad cuando encontraron en grupos de pares a personas que enfrentan la misma enfermedad”, expresó la experta.
“Este acompañamiento emocional continuo entre las familias se ha convertido en el pretexto ideal para hacer una comunidad saludable”, expuso tras indicar que así lo ha definido la Organización Mundial de la Salud.
En estas comunidades de integración, los papás e hijos comprenden a personas en igualdad de circunstancias y tienen oportunidad de modificar su percepción a medida que conocen el padecimiento, reveló un estudio liderado por.
“La falta de diferenciación entre diabetes tipo I y II representa un severo problema en el sector de salud de nuestro país, por lo que la atención médica es inadecuada para los papás de hijos diagnosticados por primera vez con esta afección”, expresó y coordinadora del proyecto Modiaj.
Reveló que en México existen de forma “mezclada” alrededor de 15 millones de personas con ambas afecciones; sin embargo, la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud carece de un apartado para indicar qué tipo de diabetes padece un individuo cuestionado.
La especialista explicó que la diabetes tipo II mantiene una relación directa con la herencia genética y los pronósticos de padecerla incrementan al ser mestizo, sedentario y con sobrepeso u obesidad, además de tener malos hábitos alimenticios.
En tanto que la del tipo I proviene por una deficiencia del sistema inmunológico y en muchos casos es detonada por un problema de contaminación medioambiental, es decir, hay un virus sin identificar que entra en el organismo y después de ser aparentemente eliminado se queda y perjudica la producción de insulina en las células Beta, detalló.
De Prado González, quien desde hace 25 años padece de diabetes, destacó que hasta el momento 500 personas, 300 familias y 250 trabajadores de la salud han recibido el taller en el Distrito Federal, Toluca, Guadalajara, Tabasco y Sinaloa, y espera que en una siguiente etapa el proyecto se convierta en “autosustentable”.